No, no lo digas
aunque pareciera preguntártelo
en este poema:
no respondas
si al mirarte me acucia el tiempo
que te resta
y tema
cómo se clava en tus huesos hasta
pulverizarlos.
No.
Ni yo contesto en la semejanza
del miedo
trepando
ojos arriba
en esta negra duda tuya
que es también la mía a quemarropa.
Calla si mi mirada escudriña
en las sombras de tu vigilia,
en la lejana conciencia
de aquellos días azules de
entonces.
Muerdo mi lengua por no importunar
la esperanza que te quede,
sabiendo que la sangre que corre ardiéndome
por los labios
no es dulce
ni provechosa
ni refrescará, acaso,
la sed de mi espanto.
No.
No diré nada aunque todo lo
inquiera
sobre esta tonta forma de morirme
de a poco.
Loja, 23 de julio de 2019