La misma mano
que revienta de
dolor
cada vez que
escribe:
“ayer te esperé
sin remedio”,
y cuando te acaricia
-temblorosa como la
primera vez-
parece otra.
La de los versos
desnudos
entre las páginas
revueltas
de un manuscrito aún
palpitante,
compartiendo la duda
mucho más que el
silencio,
la razón de ser
o el desaliento.
La misma que se
resiste, por ahora,
al borrón amargo de
un puño sangrante
y definitivo.
Los mismos caminos
que se cruzan
sobre la piel
extendida hacia la tuya.
Idéntica mano, ésta, de distancias,
de kilómetros
cuando parte
y milésimas cuando
regresa, a la espera
siempre
del estigma de los
perdedores
y un recurso de
alzada no resuelto.
Loja, 26 septiembre
2012
Mucho. Me gusta mucho.
ResponderEliminarUn beso.
Tus palabras, amiga, son un talismán para mí. Gracias.
ResponderEliminarY después,
ResponderEliminarcuando ya nada sea,
seguiremos tú y yo cogidos de la mano.
JMC
No es un ceñido vestido azul
ResponderEliminarni unas medias de cristal.
Es la mirada tranquila
de la tarde.
No es un bolso de charol
ni unos zapatos de tacón.
Es la sonrisa azul
que moja las flores en la mañana.
No es una cama para hacer
el amor las horas de desencanto.
Es la mano que te acompaña
cada minuto del ser.
JMC
Preciosos poemas, José Manuel. Es extraordinario que un poema tenga respuesta a través de otros poemas, enreveRsándose. Gracias, amigo.
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