Hablaban de mí
tus manos esta noche
al abrazarme.
Y me ceñí a ellas
como la piel entre
tus sábanas, por paladear
cuanto tenían que
decirme.
No opuse ni un giro,
ni el movimiento
apenas de mis labios
al regocijarse,
por no distraer las
líneas
enamoradas de tu
relato... Hasta
el estremecimiento
infinito
y último
del punto y seguido.
Loja, 28 abril de
2013
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