He labrado
con la pureza de mis manos
la esencia desnuda
de su manto.
He germinado,
gozoso,
los surcos despiertos
de su epidermis voluptuosa.
He recibido,
generoso entre mis dedos,
el fruto palpitante y fresco
de sus entrañas.
He saciado
esta naturaleza de hombre
enardecido
que clama por perpetuarse.
He conocido al fin
la Tierra Prometida
y mi alma, pesarosa,
se niega ahora a perderla.
Loja, 23 de abril de 2017.
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