jueves, 30 de diciembre de 2010

Recuerdo



Recuerdo.
Sí, recuerdo lo que fueron un día sueños
y la invención de su existencia,
el pecado original de mis deseos
el olor y la hechura de sus coordenadas
la ilusión del tiempo transcurrido
y su tangible residencia entre mis dedos.
Recuerdo, por ejemplo,
el color de los cuadros del pantalón
que –de un día a otro-
me convertía en hombre ante tus ojos
y de tu cola de caballo.
Aparecen
en mi recuperada memoria
escenas coloreadas
de una película sin título que podría ser mi biografía
o pedazos de la tuya compartida.
No son demasiados por ahora,
lo se,
pero están regresando, poco a poco
tras años de distancia y abandono.
Puedo seguirlos con mis manos,
delicadamente dibujarlos,
contenida la respiración
por miedo a despertarlos,
a que huyan y no vuelvan
ni en esta ni en vida alguna que existiera.
Pero temo
que este feliz reencuentro
sea preludio de otro intervalo más confuso
más oscuro y definitivo,
y digo sólo espera porque la crueldad no acuda
a mis ojos y los vele
cual fotografía que muere a la luz
antes -si quiera-
de ser morada para corazones.

Loja, 30 de diciembre de 2010

lunes, 13 de diciembre de 2010

Las gotas caídas

 
Las gotas caídas
de noche
sobre el tejado
clamaban ruidosamente
la revolución de la luna,
haciendo de la oscuridad escudo
al fuego de zapatillas,
proclamando la independencia
de las sombras (república popular).
Los gatos negros
son gotas caídas
de noche
sobre los tejados.
 -1978-

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Apenas una sombra



Apenas una sombra:
borroso el aire
y atezada su indecisa presencia,
debatiéndose entre ser presentimiento
deshabitado y ciego
o tenaz sustantivo
de espejos ferreamente leales y claros.

Un cincel perpetúa -a golpes de segundero-
proporción y equilibrio a partes iguales:
residencia para los tiempos inéditos y venideros,
dominio y seña para el ajuar de los juramentos.

Del norte vientos como lanzas presuntas
aceradamente
del sur estériles hechizos como almas
descorazonadas.

Un olor a herrumbre atenazando sentidos
un sufrimiento antecesor a la deriva
el fragor de la desmesura
la tez violácea de las pupilas
al borde del precipicio
un fuego amotinado entre Dios y el hombre
cautivo
y una esperanza atracada de desobediencia
plena
por los suelos.



8 diciembre 2010

viernes, 26 de noviembre de 2010

Antes de que pierda



Antes de que pierda
todo resto de rebeldía
es la hora de negarme
de enfrentarme al designio irremediable de la muerte
tal como fui predestinado a la vida.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Venía de recorrer el límite



Venía de recorrer el límite
-de haber existido-,
de encausar
el último juicio a la manera de los dioses.

Regresaba de traspasar la distancia
que separa la huella indeleble
de la verdad esquiva,
y sobrevino -sin convocarlo-
el primer impacto.

Fue sordo
inevitable y anónimo
como un hola y adiós
en un cruce cualquiera de caminos:
de tono bajo,
mas sucedió certero aunque inaudible.

Breve el asalto,
presuntamente inócuo e indoloro,
no suscitó oposición
ni alzó en almas la resistencia
la tumefacta persistencia de su abrazo.

Fue de todo menos leve y huraño,
y aunque nada presintiera en ese instante
infartó las cuerdas esenciales de mi existencia:
pobre rudimento humano
del que pende la maquinaria de mis razones
y mis desvelos.

Lo hubiera preferido aurora y no ocaso,
pero no se elige destino
estación de partida, hora o itinerario,
apenas un salvoconducto y un escueto equipaje
para tan largo aunque efímero tránsito.

Fue
-digo-
de afuera hacia dentro
-¿o tergiversé quizás dirección y sentimiento?-
en cualquier caso opaco, profundo
y definitivo al fin,
tanto como taimado.

Ni un sollozo
ni un gemido ni un quiebro: silencio
grave.

Y después otra dentellada y ya una lágrima
y otro golpe y ya el daño
y la herida sucediéndose al zarpazo
y desencajado el gesto
y uno más en los rostros del recuerdo
y aún en la identidad de los sueños
y la mueca desdoblada por el rayo
y mortífera la acerada caricia de sus manos
y más llanto y menos esperanza
y menos aliento y más ausencia
y un envilecido nuevo ataque por certificar la nada
y el desprecio por la vida –mi vida-
y un hálito apenas en mi garganta abrasada por su fuego
y el frío, gélido, coagulado venas adentro
y un silbido siniestro y plano
tras un corazón abatido por un morse sanguinario.



Loja, 13 noviembre 2010

martes, 12 de octubre de 2010

Afuera

 


Afuera:
El aire y nada.
Solo de todo.
Ni la frecuencia que reclama el espacio
entre las ondas de los besos que no nacen
o el socorro de los perdidos.
Ni un malherido pensamiento 
que perturbe esa cruenta paz de silencio
y conspiraciones imposibles.
Ni un lanzacorazones que inflame
la resistencia de tanta parálisis obcecada
o el delirio exangüe de las sombras.

Afuera:
Nada y aire.
Todo de solo.
Ni un paso perdido o por arrancar
a ninguna parte
ni que de allí provenga.
Ni un muelle al que amarrar sueños
o instigados desvelos
por desguarecer tanta calma.
Ni el murmullo de un roce
a flor de piel
o epidermis adentro.

Afuera:
Un cataclismo inagotable
para cuanto fue
y  un vacío insaciable para cuanto es.
Y yo.

13 octubre de 2010

viernes, 8 de octubre de 2010

Avanza









Avanza, sigilosa y tenue,
la luz por las extensiones de tu cuerpo,
ganando beso a beso la mano que atrapar quiere
en este momento dorado todos los sueños.

Se prolonga, este haz de caramelo, por cada rincón
por cada poro, por cada hito de tu espacio y de tu tiempo,
sin más caída, la de esta luz soñadora, que la de sus párpados
por el enloquecedor  aroma de tus cimas y sus descensos.

Por no sobresaltarte
renuncia, esta luz aventurera, al fulgor de sus rayos
y se proclama, sumisa,
perecedera en los confines
de tu dulce y sinuosa y mágica cartografía.

Por honrarte deviene
misteriosa para el perfil de tus ojos,
por desearte transita
de una a otra luna de tu rostro
con parsimonia de eterno enamorado
y, cómo no,
irrefrenable pasión también por poseerte…

Inmensa quimera esta de los juegos
y los deseos, que, esta luz
que no es ya quien era sino quien tu eres
dispone para envidia de los astros
en una batalla incruenta y celeste
desde el universo centelleante y cálido
de tu piel, de tus manos, de tu cintura
y el mar revoloteándote sobre los ojos.

Inédito y necesario
el eco de tus pensamientos,
de tu mirada insondable
en esta tarde de renacimientos
en este instante de revelaciones
en este infinito goce de los sentidos
que a ti debo.


Loja, 08 octubre 2010

miércoles, 6 de octubre de 2010

Aunque algo más oscura




Aunque algo más oscura y apagada, podría,
si tu me lo pides,
devolverte la rosa que un día compartieras,
pero nunca podrás exigir el alma de su corola:
el aroma que
sorbo a sorbo bebí de tu cáliz,
me pertenece como la vida que ahora te llevas.

6 octubre 2010.

martes, 28 de septiembre de 2010

Prólogo para el inminente libro de relatos de María Borrego

 


Qué importa el momento, el espacio, o el tiempo verbal en que declinemos la vida, hay cosas, hay casos que necesitan ser dichos, que necesitan ser compartidos y, hayan de pasar mil años o mil segundos, habrán de surgir, habrán de abrirse paso entre el maravilloso caos del recuerdo, entre la certidumbre o la duda, entre los días y las noches en que se dividen, fielmente, el alba y los ocasos o sus contratiempos.  
Una secuencia, una sola, de tantas y tantas como conforman la película de nuestra existencia da para un sinfín de matices, para un inabarcable número de horizontes posibles. Un renglón, uno sólo, de las tantas y tantas páginas escritas en las líneas versiculares de nuestro alma, da para tan vasto despliegue de metáforas, hipérboles, perífrasis,  o paradojas  que toda simple linealidad deviene imposible y sí, por el contrario, complejo mundo de sensaciones y sentimientos.
Es hora, entonces, de recobrar  lo que quedó a la espera en un rincón cualquiera de nuestro pensamiento. Es hora, por supuesto, de contraponer lágrimas y risas, alegrías y tristezas,  y calcular el saldo en besos que es como hablar de amor o de vida compartida. Es hora, indefectiblemente, de destramar los perfiles más opacos por aclararlos y vestirlos de los colores de un arco iris que en ti nace y de ti parte. Es hora, qué duda cabe,  de reponer las íes a unos puntos que fueron y seguido o aparte, según que el ir y venir de nuestros acontecimientos personales cayeran o no por la colina de la palabra rota o sobrevolaran la cima de las mayúsculas por coronarla. Es hora, de unos puntos que fueron suspensivos o y coma, según que la respiración se nos rebelara vida necesaria o revelara confesión necesaria. Dos puntos por desvelar lo que un día supuso silencio y ahora brota afinado canto.
Que ha llegado el día en que conjugar pasión y emoción va más allá de una rima consonante para ser testimonio y reflejo: de uno o de los demás, de aquellos a los que se quiso o se quiere o de los que nos quisieron, por no hablar de quienes no existieron por más que insistían en hacerse presentes, estando tan ausentes.
Vertebrar este juego malabar de unir pasado y presente, de traer y llevar por las calles de la memoria tanta y tanta historia, tanto y tanto relato no es tarea fácil y más para a quien, durante largo tiempo de su vida, se le hurtó la luz de la escritura. Por eso, cuando todo lo que acontecía en su corazón y se escribía indeleblemente en las páginas de su alma, pudo hacerse letra patente, sentimiento escrito, una ilusión de siglos se hacía verdad en su ánimo, se materializaba la magia de los sueños, de los deseos, de las ilusiones… Y, cómo no, se hacían de carne y hueso, de piel y de sentimientos los episodios que pugnaban por salir desde su interior a respirar el aire vivificante de las páginas impresas.
Como el aire que se llevaba la paja, en palabras de María Borrego, autora de este imprescindible libro para conocer la historia real, profunda, sin  concesiones, tantas veces dura y algunas amable de tantas y tantas Marías, o Carmen, o Dolores, o Juanes, o Antonios… como formaban la realidad de pueblos como Loja en épocas poco dadas al romanticismo y, ni acaso, a la melancolía. Porque existía lo importante, lo vital, lo absolutamente necesario, y el resto. Y a veces -demasiadas- el resto no estaba al alcance de las gentes sencillas y humildes.
Por eso, ahora que el resto es el reto, saludamos con alegría su contribución al conocimiento común y, de igual manera, a desentrañar tantas y tantas incógnitas que el devenir de los días fue creando en torno a mujeres como María. A romper silencios, a aclarar las estancias, a iluminar el paisaje que, tras tanta sombra, tanta oscura y amarga permanencia ya necesitaba colores nuevos. Y  al leer ahora “mi madre no tuvo tiempo para los besos” o cuando dice “tengo encerrados dentro de mí miles de besos”, nos precipitamos deliberadamente en un caudal de besos, un caudal que promete inundarnos a todos, como un Nilo que desde la Alcazaba nos fecundara a todos.
Bienvenida María Borrego. Bien hallada, quise decir, porque contigo nos hallamos todos

martes, 21 de septiembre de 2010

Saludo a la poeta Sofia Serra

 

http://sofiaserragiraldez.blogspot.com/ 


Amiga Sofía, acabo de leer ese bellísimo texto que te/me precede a la lectura de tu libro. El relato del amor que sientes y depositas entsu nueva criatura. Lejos de ser un prefacio o un comentario de texto, o el anuncio de una nueva publicación, es un delicioso ir y venir por la creación y sus consecuencias. Desde el cariño o el temor, hasta los deseos y el adiós. Es un pasaje por tu alma (escrita con minúscula, no porque sea menor, sino por desraizarla de cualquier connotación religiosa), abierta, como haces con tu poesía, a la pluma o la lengua de quien la visitara, sin temor a que la descarne o la sublime. Porque eres, al fin y al cabo, inmune a la codicia o a la servidumbre y eso te da una enorme ventaja sobre el resto. Amiga poeta, siempre con la dulzura y el genio necesarios, con la agudeza y la placidez conveniente, con espíritu y carne perfectamente equilibrados, y algunas dosis mayores de aventura y sorpresa prestas para la enjundia de la vida y de las letras, te disfruto con la esperanza de hacerlo como tú lo haces: plenamente. En cada palabra y en cada silencio, en cada suspiro y en cada lágrima conversa. Te disfruto con afán de continuidad. Y eso gano. Enhorabuena y feliz parto. Del resto, de las maternidades y paternidades posteriores a tu alumbramiento otros habrán de contárnoslo.
Juan María Jiménez. Tarde del martes 21 de septiembre.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Cinco horas más tarde

 

Cinco horas más tarde
ciento treinta pulsaciones por minuto
y una marea de sístoles y extrasístoles
bambolean mi cuerpo
como un tierno tentetieso.

Tu voz sabe a cereza

 


Tu voz
sabe a cereza,
sabe -amor mío-
a primavera.
Encarnada melodía en tus labios
contagia tus palabras a beso
y por vivir amando
padecer ansío todos tus quieros.

Tu voz
sabe a canto,
sabe -tú: mi pura armonía-
al compás de los vigorosos corazones.
Partitura de color en tus ojos
que me lleva a lo lejos,
y por posarme en sus alas
encadeno mi alma a tus vuelos.

Y si tu voz calla
-¿quién podría quebrarla?-
ensordecen mis sueños
enmudecen latidos
cae al vacío mi aliento:
muñeco roto ya
trazo truncado
homicida invierno.



                                                               25 noviembre 2009

He cambiado mi tiempo

 




He cambiado mis segundos
por el latir de tus palabras,
y ya mi tiempo eres tú desde ese instante.


Loja, 20 de septiembre de 2009

Se cruzan

 


Se cruzan
reptan
crecen y
se descierran gota
a gota.

Se aman guarecidas
por la inocencia
de los tiempos muertos,
enloquecen
por el abismo de las heridas
que van matando
lentamente.

Arroja a la Tierra

 

Arroja a la Tierra de su órbita
o mejor
arrójame a mi.
Sabrás, amor,
qué siento sin ti.


23 agosto 2010

Hace mil años

 


Hace, amor, mil años que te presiento
te conocí un día aún cercano
y tengo toda una vida infinita para quererte.

Esta noche soñé con ella

 


Esta noche soñé con ella.
Soñé que, ebrio de su mirada
y del elixir de sus labios, giraba
y giraba cual galaxia en su universo
y fue ella Sol y yo Tierra
y fue ella Tierra y yo Luna,
y danzamos ante la rebelión de los astros
y nos sumergimos en la voluptuosidad
de nuestros deseos.

Soñé que me miraba
sedienta de unos besos
e intenté saciarla en un revuelo de sentimientos,
y me dejaba caer por el vértigo de su pelo
hasta alcanzar de su anhelada naturaleza
los frutos más encendidos y jugosos,
y quise ser Adán en su tierra prohibida
hasta morir en el goce del dulce pecado.

Esta noche soñé con ella
y al despertar
supe que todo fue cierto,
que no hubo despertar sino vigilia
en toda la noche desvelada,
que el pálpito de corazones
es un torrente desbocado:
y ella es Sol y yo Tierra
y ella es Tierra y yo Luna,
y en su edén prometido yazgo
bajo un cielo precipitado.



Loja, 26 de septiembre de 2009

viernes, 17 de septiembre de 2010

La madrugada



La madrugada se abre

a un abismo insomne.

A dónde miraré cuando el tiempo amaine.

Andante ma non troppo

 


Una pupila
Una puerta
Una mano
Una ventana
Un horizonte
Un camino
Una brisa
Un refugio
Una mirada
Un hombro
Una estrella
Un asombro
Una nube
Un abrazo
Un paisaje
Un beso
Una imagen
Un espejo
Un suspiro
Una silla
Un vuelo
Un océano
Una sonrisa
Una brizna
Un respiro
Una luz
Un paseo
Un corazón
Una silueta
Un guiño
Un quiero
Un quiero
Un quiero

Lo que espero
Lo que no está
Lo que no encuentro
Lo que se fue
Lo que no llega
Lo que se esconde
Lo que languidece
Lo que resiste
Lo que no alcanzo
Lo que no respira
Lo que no se mueve
Lo que no transfiere
Lo que se desvanece
Lo que no palpita
Lo que no siento
Lo que no veo
Lo que no veo
Lo que no veo

La desazón desatada
La tarde que declina
La desdicha que se crece
La oscuridad cercana
La mentira innecesaria
La despedida recelosa
La encrucijada tardía
La negación despiadada
La impotencia severa
La herida persistente
La sinrazón preclara
La desesperanza eterna
La ausencia inmerecida
La aflicción inevitable
La lluvia inerte
La espalda muda
La muralla gangrenada
La sospecha injuriosa
La ceguera
La ceguera
La ceguera

              Y el silencio
              Y el silencio.
              Silencio.



Loja, 29 mayo 2005

domingo, 5 de septiembre de 2010

Poema de Francisco Javier Doncel



El mar es tu semilla de libertad
o la puesta de tus ojos en el horizonte
donde nunca te podrás apoyar.
La síntesis del viaje sin senda
al llegar el día anónimo
en que tu cuerpo,
desnudo, enjuto y despierto
del sueño de las antesalas
vierte lentamente sobre las olas
las cenizas del amor...

Poema que me ha dedicado ese gran poeta y amigo que se llama Francisco Javier Doncel
4-septiembre-2010

jueves, 2 de septiembre de 2010

He visto la muerte asomada a tus ojos



He visto la muerte asomada a tus ojos
y se me ha nublado la mirada
se me ha reventado el alma
y he llorado como un niño
tanta angustia vieja.


1 de septiembre de 2010

martes, 6 de julio de 2010

Presentación de Cristina Pérez, con motivo de la presentación de su novela "La memoria de agosto"




Palabras ofrecidas por Juan María Jiménez sobre Cristina Pérez Valverde, con motivo de la presentación de su obra “La memoria de agosto” en Loja. Centro de Iniciativas Culturales El Pósito. 10 de junio de 2010.

Los pueblos es lo que tienen: un día dejas de ver al niño de pantalón corto que tanta gracia te hacía cuando iba remolón hacia la escuela. Desaparece la niña de repeinadas coletas rubias que tras una mañana de aventuras y lecciones se tornaban en torbellino de pelo y ajetreo. Son esas cosas inexplicables que les hacen invisibles, ajenos, difuminados, transparentes. Pero no es que desaparezcan, no, es que cambian, se transforman, traspasan esa puerta que les conduce, por un pasillo largo y multicolor, a otra vida, tan terrenal como la que tenían pero mucho más interesante. Y regresan inéditos y exultantes y se convierten en materia nueva y plena de posibilidades.
Ocurre con tan pasmosa habitualidad que no nos parece extraño, que no le echamos cuentas, pero llega un día en que lo piensas y sientes como un vértigo de tiempo y espacio que te sofoca y te hace vulnerable y casi obsoleto.
Quien más y quien menos ha perdido la pista a un buen número de esos niños de pantalones cortos y chicas de coletas rubias o morenas que, un día que no lo esperabas, dejaron de ocupar un lugar en tu retina de diario.
Pasa el tiempo y allá cada cual con sus historias. La vida es así de fría y de distante. Sin embargo aún nos queda un hálito de expectación o de sorpresa vivo en nuestras entrañas y ocurre que no olvidamos del todo. Que algo queda en el consciente de nuestro subconsciente. Lo contrario sería un suicidio porque, a ver, qué sería de nosotros sin los demás, sin sus pasos, sin sus dudas, sin sus adioses o sus regresos.
Tal que así iban mis asuntos, los del día a día, los de los sueños hipotecados o ya libres de réditos, los que juegan a confundirte con el ayer el hoy o el mañana. Asuntos algunos irresolubles que nos mantienen en vigilia y otros que, de recalcitrantes y anodinos no dan ni para un bostezo. Vidas, la mía, la tuya o la de cualquiera de vosotros que no sería tal sin la tabla a la que aferrarnos en tantos momentos determinados, la de los besos y los te quieros. Vidas que se revuelven otras veces con la faz hiriente de los agravios o los destierros.
En estas, digo que iba, cuando leí en un periódico algo relacionado con una escritora lojeña, llamada Cristina Pérez Valverde y un libro de memorias o algo así que se desarrollaba un verano.
De Cristina, haciendo un esfuerzo mental, no sin antes extasiarme con su melena rubia lisonjera con un rostro claro, luminoso y bello, apenas recordaba más que de aquella niña rubia de coletas estrafalarias de mis páginas pasadas.
Sin embargo, ese rescoldo de ilusión y aventura que permanece en nosotros me dijo que se trataba de algo importante. Y fui sumergiéndome en la crónica de su parto literario con tan inesperada algarabía que me inundé, plena y conscientemente, en el deleite del comentario.
Sobra decir que busqué pistas, que tracé árboles genealógicos, que dibuje rastros callejeros por dar con sus años adolescentes grabados en la cal de sus juegos.
Reconocí entonces un tiempo parado en mi memoria desde que se marchó de Loja hacia la fascinación de lugares más complejos y divergentes.
Fue entonces cuando supe de su caminar por mundos de aprendizaje y enseñanza, que se convirtió en doctora de Filología Inglesa y profesora titular del Departamento de Didáctica de la Lengua y Literatura de la Facultad de Ciencias de la Educación, en la Universidad de Granada.
De sus traducciones del inglés al castellano de autoras y autores cultivadores  de la literatura fantástica o de su pasión por la influencia celta en la figura del poeta Yeats.
Supe también de sus ensayos y de sus coqueteos con otras ciencias, con otros parámetros, con otras físicas y filosofías. La teoría del caos a la que recurre para tratar de explicar nuestras existencias, y digo bien, nuestras existencias en plural, como plural es la voz que nos invade a cada instante desde dentro de nosotros mismos. Mundos paralelos, mundos que se yuxtaponen y se solapan. Todo un juego que no es más juego que el de la propia vida relatada en tercera persona.
Reconocí después, un poco en orden mi desorden, las voces de sus estancias, reverberé ecos de un tiempo que, en ella, no era pasado ni presente, ni futuro acaso, sino todo en uno, tiempo conjugado en todas las formas posibles. Tiempos de líneas incidentes, paralelas, tangentes, continuas y discontinuas que ya estaban forjando en ella, desde entonces y por siempre el relato de sus desvelos.
Seguro de mi hallazgo lo comenté con cuantos pude y alenté el sueño de compartir sus páginas con nosotros.
Su voz primera tras mi letargo fue segura, decidida, esclarecedora, ilusionante… Confabulados, en mis imágenes de infancia, con sus radiantes mechones, verbos y silencios fueron desmadejando con su voz relatora el perfil de una gran obra, fueron vertebrando la arquitectura de un libro necesario y caí rendido e inmisericorde al socaire de su trama.
De “La memoria de agosto” se ha dicho mucho y bueno, lo mejor lo ha hecho la propia Cristina, con esa cadencia y encanto que sólo una buena madre puede usar para referirse a sus hijos. Pero más allá de los dimes y diretes, de las críticas positivas, de las recomendaciones boca a boca, de las firmas de libros en ferias y presentaciones, lo verdaderamente cierto, lo más auténtico es lo que cada cual obtiene de su lectura, de compartir con Cristina el pulso que le echa a cada instante el amor, la perseverancia, el desengaño, la dicha, los sentimientos, las dudas y los recuerdos.
Lo más acertado es dejarse llevar por ese maquiavélico juego a que la reta la vida y sus aledaños, y como lo encara o lo desafía o lo vence y lo derrota. Y gana el amor, como en toda buena historia, porque en nuestro fuero interno preferimos que ganen los buenos, que a pesar de los pesares podamos conciliar el sueño. Pero en este caso, no es tan manso el león como lo despintan, y antes del final hay que cogerse los machos (como dirían por la calle Tenerías) y sufrir y reir, y sentir, sentir, sentir.
Durante tres semanas, diez mujeres y dos hombres, como aquellos “Doce hombres sin piedad” de Sydney Lumet que protagonizó estelarmente Henry Fonda, han diseccionado “La memoria de agosto”, la han deshojado, la han vuelto del revés, la han revoltilleado por encontrar un inocente o un villano, la han transgredido, la han adoptado, la han observado al trasluz por intuir la culpa o el desagravio.
Doce personas sin piedad que se han enfadado con Belén en muchas ocasiones, pero se han vuelto a reconciliar con su entrega y afán, con su cordura, con sus deseos. Se han embelesado con su poesía, han invocado a los estigmas familiares y sus genéticos desengaños.
Diez mujeres y dos hombres que han viajado en sus itinerarios por lo divino y lo humano,  que no han reparado en lenguas para sacar toda la trama, todo el misterio que dialogan por sus capítulos.
Doce seres, ya con más piedad que venganza, al encararse a Cesar y sus desplantes, a sus desvaríos y circunstancias.
Y el veredicto ha sido unánime. Sin una voz discordante, sin una duda, sin un desatino, sin un pero ni una nota aclaratoria a pie de sentencia: La memoria de agosto no es ni será el libro de una escritora nueva, es la obra de una gran autora, de alguien que lleva toda la vida fijando en el papel de los días la letra clara a veces, y otras oscura, de una existencia plena, sin cortapisas, sin huidas ni renuncios. Una vida lista para ser inmortalizada y compartida, como lo hace con devoción y entusiasmo Cristina Pérez Valverde.