Soy
otro en cuanto la luz se apaga.
Soy
otro en cuanto dejo de sentir su lengua incandescente broncear
la
coraza de mis pensamientos:
nada
me provoca la languidez energética y fría
de
ese desarme lívido que trae la noche más
allá
del miedo a no ser,
del miedo a no ser,
del
pánico a la ausencia de armadura
para
este cuerpo que se diluye entre la negrura deshilachada
y
ácida que lo carcome.
Y
habrá de ser él otro,
en
cuanto la luz me apaga,
distinto,
desconocido
desconocido
salvo
para el vacío
que la habitación abre para engullirlo.
que la habitación abre para engullirlo.
Loja,
11 mayo 2012