A Antonio Gamoneda
Veo sus manos
y en sus extremos un poema,
sacrificado sobre las sombras que le habitan
allá donde lo esculpe y dimensiona.
Mas no son aquellos los versos que nacen como estrofas
y que ahora yo leo mientras pienso
en estas y otras de sus pertenencias,
sino los de este instante preciso
fotográfico
-seguramente oscuro y frío-
en el que se descarnan de él para suceder,
al trasluz de otra noche de insomnio,
en rima concurrente y unísona
con el verbo vida,
con el tiempo vida,
género, sujeto vida...
Veo tus manos
y en sus extremos al hombre acribillado
por la palabra que alumbra o asesina,
insumiso,
rebelde partisano
e indefenso
-su alma es un cuenco rebosante-
al latir de los cielos en una mirada
a la conmoción de los astros en el pecho.
Veo mis manos
y en sus extremos leo:
siento,
soy.
Loja, 10 octubre 2011