martes, 11 de octubre de 2011

Veo tus manos




                                                 A Antonio Gamoneda


Veo sus manos
y en sus extremos un poema,
sacrificado sobre las sombras que le habitan
allá donde lo esculpe y dimensiona.

Mas no son aquellos los versos que nacen como estrofas
y que ahora yo leo mientras pienso
en estas y otras de sus pertenencias,
sino los de este instante preciso
fotográfico
-seguramente oscuro y frío-
en el que se descarnan de él para suceder,
al trasluz de otra noche de insomnio,
en rima concurrente y unísona
con el verbo vida,
con el tiempo vida,
género, sujeto vida...

Veo tus manos
y en sus extremos al hombre acribillado
por la palabra que alumbra o asesina,
insumiso,
rebelde partisano
e indefenso
-su alma es un cuenco rebosante-
al latir de los cielos en una mirada
a la conmoción de los astros en el pecho.

Veo mis manos
y en sus extremos leo:
siento,
soy.



Loja, 10 octubre 2011

viernes, 7 de octubre de 2011

Crítica de Francisco Javier Doncel al poema Afuera

Creo que has llegado a ese estado, incógnito e incierto en su llegada, pero una vez alcanzado, los buenos poetas consiguen arrivar, por fin, para estar en paz con su propia conciencia, cuando ésta, tras una resistencia numantina de muchos años pasa a ser la mejor vecina al cruzarse con ella en la escalera de la mutua convivencia. Cuando esto ocurre, el poeta se hace más fuerte, más guerrero si cabe; no necesariamente rebelde porque la realidad le haya ofrecido un campo de batalla inexcusable, sino porque se encuentra mejor parapetado de respuestas frente a las insidias de la duda, porque sabe esgrimir el lenguaje y sus formas de expresión poética como un desafío frente al abismo. Veo precisamente en tu poema ese abismo cual espacio batido, contenedor de la nada y el miedo a ella. Un buen ejemplo de la sensación que se desprende de tu poema podría ser la inquietud que deben padecer los astronautas en el espacio sideral, al hacer su vida en una nave inconfortable y hermética, y la siempre consabida cautela de evitar cualquier mínimo contacto sin el traje protector, el equipo de oxígeno y la escafandra con el exterior porque les produciría una muerte terrible e instantánea. Es un ejemplo que lo podríamos hacer extrapolable a nuestro planeta, con el aire imprescindible para respirar y vivir; pero siempre existen esos otros afueras que nos atenazan cuando caemos empujados por la condición reductivista del ser humano de la que sólo el miedo puede verse complacido. Es cierto que el hombre es mucho más como categoría, pero es el desvelo de la inseguridad frente al infinito, lo abismal, o lo titánico de la realidad lo que se asemeja con la nada. Creo amigo Juan, que el auténtico olimpo de los buenos poetas como tú, empieza cuando el maestro poeta admirado, ya viejo y cansado, antes de despedirse de tí en la puertga de su casa, convencido y con gesto concesivo, te dice: ¡Tu eres poeta...!    -Francisco Javier Doncel-