Anochecía
y un reguero de voces desacorde
armonizaba dudas y sombras
sobre el pentagrama de las calles sin
alma.
Arrojó la llave que ataba sus pasos
a la turbulencia lejana de la memoria
y quedó a merced
-en la peor
hora de su existencia-
de esta desencadenada locura
de mujer sin pasado.
Renunciar al camino tantas veces
memorizado
al lugar exacto de todas las
estrellas polar
e incluso al eco ciego del
firmamento,
desmoronar el refugio alzado en la
desventura
y quedarse a solas
sin destino
y libre.
Nacer
-vinieron a
decirle-
tras el llanto,
al abrazo de los besos
en el consuelo de lo nuevo
y desconocido.
Aspirar la mañana tras el deshielo.
Loja, 14 de julio de 2018
Muy conmovedor. Felicidades.
ResponderEliminarRealmente es precioso felicidades por tu poder de transformar palabras en obras de arte , dignas de admirar
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